domingo, 21 de octubre de 2012

EL PLANO DE TU SANTIDAD

389. La santa desvergüenza es una característica de la “vida de infancia”. Al pequeño, no le preocupa nada. –Sus miserias, sus naturales miserias, se ponen de relieve sencillamente, aunque todo el mundo le contemple…
Esa desvergüenza, llevada a la vida sobrenatural, trae este raciocinio: alabanza, menosprecio…: admiración, burla…: honor, deshonor…: salud, enfermedad…: riqueza, pobreza…: hermosura, fealdad…
Bien; y eso… ¿qué?

La santa desvergüenza juega un papel muy importante para el plano apostólico de tu santidad en el mundo. Esto pues, al no tener este papel como los niños de decir lo que opinan y defender su postura ante algún tema del que rechacen los adultos. Así debemos de ser con los temas que nos atañen a nosotros como personas que conocen la fe y trata de transmitirla sin preocupación de que la menosprecien.

Si esta actitud la traemos de mano de Dios y de su presencia innata en nuestras conversaciones y acciones no habrá manera en que se conviertan en negatividades lo que es positivo. Cualquier cosa que nos puedan reprochar y que nos hagan indultos para ofendernos, defendámosla como aquel pequeño que quiere dejar claro su postura y convencer de lo contrario.

Aprendamos, de la mano del Señor, a luchar contra la corriente que tratara de sumir aquello que nos ilumina y nos lleva a la santidad. Por lo que con su mano podremos hacer mucho más de lo que cualquiera pueda imaginar, sólo tenemos que tener el valor de dejar a un lado aquellos murmullos que opaquen nuestra actitud y se apaguen con nuestra vida fugaz.

Alex Arriaga

jueves, 11 de octubre de 2012

FORMACIÓN

362. No necesito milagros: me sobra con los que hay en la Escritura. –En cambio, me hace falta tu cumplimiento del deber, tu correspondencia a la gracia.

Los milagros, que son diversos y hasta la actualidad existen, por lo que no tenemos que esperar en que nos ocurra alguno para poder creer. Seamos coherentes con lo que ocurre y con lo que se nos ha proporcionado. Pues el primero milagro es el que hayas despertado esta mañana y después todo lo que te rodea.

 No seamos incrédulos al pensar que si no nos ocurre un milagro como los que ocurrían a los primeros cristianos no debamos cumplir nuestro deber apostólico. Por ello, que nos basten los milagros previos obrados por Dios mismo y tan grandes que no tienen que llegar a nosotros para que creamos y vivamos conforme a nuestra fe.

Comencemos a corresponder a toda la gracia que nos proporciona día a día, dando con nuestro trabajo gloria a Dios y a su creación. Vivamos nuestro milagro de la vida con agradecimiento y con fuerzas que nos dé la voluntad divina.

Alex Arriaga