jueves, 30 de diciembre de 2010

SANTA PUREZA

119. ¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad.
La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza.
Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda de donde salen vaharadas de soberbia.


La santa pureza está ligada a separarnos de aquél egoísmo que nos mantiene hundidos en nosotros mismos y no nos deja realizarnos con amor en las demás personas. Tratemos de vivir la santa pureza dando a los demás lo que no nos demos a nosotros, pues para amar hay que sacrificar pequeñas y grandes cosas por los demás, dejando de pensar sólo en nosotros.

Estos pequeños dares de la vida nos darán frutos inmensos que si los seguimos alimentando seremos más felices de lo que jamás pudimos imaginar. Que crezca un árbol frutal con tanta cosecha que podamos alimentarnos siempre de él, del cual el riego provenga de nuestra propia caridad hacia los demás.

La pureza no puede existir si no dejamos de pensar en nosotros y darnos a los demás, pues sólo creará en nosotros el deseo de ser más que todos, buscando el tener para vivir mejor que alguien más, cuando lo que cuenta es tener para poder compartir y ser más feliz.

Vivamos siempre para los demás para que la santa pureza venga por simple añadidura.


Alex Arriaga

lunes, 20 de diciembre de 2010

ORACIÓN

82. Primero, oración; después, expiación; en tercer lugar, muy en “tercer lugar”, acción.


Hay que hablar antes que nada con Dios y sabernos pequeños pecadores de todo lo que hayamos hecho. Sabernos sus hijos y por ende querer parecernos al hombre que Él envió y fue crucificado por nosotros. Hablar y rezar con Él para salvarnos de cada pecado que este hecho.

En segundo lugar hay que sentirnos culpables de lo que hemos hecho y dar a Dios nuestro arrepentimiento. Así como darnos a los demás para borrar esa culpa y tratar de no hacerlo más de la manera más fuerte. Librarnos de todo pecado que se encuentre dentro de nosotros y así poder vivir plenos con Él.

Ahora sólo falta la penitencia y el perdón de Dios, en el que nos tenemos que poner en acto para poder realizar todo lo que queramos. Todo esto no vale nada sin que antes hagamos oración directa con Dios, que nos escucha y entiende lo que sacrificaremos por Él y le regalaremos en nuestra vida ordinaria.


Alex Arriaga

jueves, 9 de diciembre de 2010

DIRECCIÓN

57. Frecuenta el trato del Espíritu Santo –el Gran Desconocido- que es quien te ha de santificar.
No olvides que eres templo de Dios –El Paráclito está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones.


No olvides que Dios tiene tres personas y en ellas la que influye más en nuestras acciones es el Espíritu Santo, es el que nos inculca hacer cosas y nos inspira en todo momento. Tratémoslo como si fuera el mismo Cristo o Dios Padre en la Santísima Trinidad.

Pide que no te deje nunca de inspirar u orientar en todo momento para saber que acciones realizar. Que todas nuestro ser irradie amor y se dirija hacia lo mismo. Hay que convertirnos en seres que parezca que es el Espíritu Santo el que vive en nosotros y nos acerca a Dios mismo.

Comencemos una vida más cercana a Dios a partir del Espíritu santo, que nos aleja de las tentaciones aconsejándonos en todo momento. Sepamos escucharlo siempre y tratemos de sabernos templo de Dios, en el cuál el Espíritu Santo se vuelve el administrador de todo lo que acontece dentro. A sabiendas de esto, tratemos de oírle y atender siempre a todo lo que nos diga y nos pida para amar al mundo en Cristo.

Alex Arriaga

viernes, 3 de diciembre de 2010

CARÁCTER

2. Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo.


Todos podemos leer la vida de Jesucristo en muchos lugares, desde la Misa hasta leer el mismo Evangelio en la Sagrada Biblia. Pero en casi ningún momento lo hacemos vivirlo fuera de estos recursos. Leer la vida de Cristo es para compartirla al mundo y vivirla de la manera en que Él nos invita a hacerlo.

Tratemos de vivir una vida en la cual pongamos en práctica todas las enseñanzas que Jesús nos dio cuando vino a salvarnos. Esforzarnos por compartir su sabiduría en todos los ámbitos, desde profesional hasta educativo. Nos podemos mantener al margen de la vida siendo vagos lectores o podemos vivir la escritura.

Vivamos desde hoy y para siempre las enseñanzas que Jesucristo vino a darnos. Sólo quiere nuestro bien y el de todos los demás, amemos dando lo que podamos y seamos parte del movimiento de Él. No nos detengamos por el qué dirán o que pasará, sí es obra de Dios, nada nos parará.

Alex Arriaga