domingo, 26 de febrero de 2012

PERSEVERANCIA

984. Dile: “ecce ego quia vocasti me” -¡aquí me tienes, porque me has llamado!


Siempre hay que estar en disposición de lo que Dios nos pida, pues es Él quien nos ha dado la vida y todo lo que tenemos y nos sabemos de la existencia. Por lo que hay que dar en ofrecimiento de todo aquello que se nos ha proporcionado, ese bien que podamos hacer por nuestro creador y redentor.

No hay que perder nuestro camino hacia nuestro Señor, pues es el que nos dará la vida eterna al final de nuestros tiempos. Eso requiere una constancia y una paciencia de nuestros límites extrema y de por vida, por lo que siempre hay que estar al pendiente de lo que Él quiere de nosotros y estar a su disposición en todo momento. Una constante oración nos brindará aquello que nos hace falta para saber que es lo mejor para nuestras luchas.

Siendo partes de esa perseverancia al estarle diciendo constantemente y tratando de recordar a alguien que lo sabe todo, que estamos a su disposición en el momento en que nos llame y seguir nuestra vocación. Sin miedo a perder lo que tal vez podamos ganar con creces en su presencia, vivir siempre en entrega a sus servicios y al de los demás, sin miedo a que nuestros esfuerzos sean vanos, para vivir felices en su presencia por siempre en la eternidad.

Alex Arriaga

sábado, 18 de febrero de 2012

EL APOSTOLADO

961. Es preciso que seas “hombre de Dios”, hombre de vida interior, hombre de oración y de sacrificio. –Tu apostolado debe ser una superabundancia de tu vida “para adentro”.


Tu vida debe ser expresa a ser de hijo de Dios, pues con esa filiación que nos hace sabernos parte de su herencia y de todo su reino, podremos actuar con más fuerza y prontitud para lograr cosas que nadie nunca imaginó. También tenemos que estar en constante vida interior, pues es la que nos da la prudencia de saber lo que quieren de nosotros y lo que podemos cambiar para mejorar en todo momento.

Somos parte de una constante platica con nuestro Padre, es por lo cual debemos de dedicarle en todo momento un rato de oración. Para que se nos diga lo que necesitamos o lo que se nos quiera decir. Tratando de aceptar más que entender a Dios, pues Él nos quiere por que quiere y nos da lo mejor, aunque muchas veces tratemos de convencernos que es mentira, por lo que en la oración lo veremos mucho más claro.

Todo esto, aunado a una vida constante de sacrificio y entrega de ofrecimiento al Señor, nos dará un apostolado inmerso en la sobreabundancia. Una que será más hacia el interior que al exterior, que es de donde viene todo lo bueno y malo. Por ello, debemos de pulir nuestra alma para que nuestro apostolado sea cosa de santos.

Alex Arriaga

martes, 7 de febrero de 2012

EL APÓSTOL

930. Alma de apóstol: primero, tú. –Ha dicho el Señor, por San Mateo: “Muchos me dirán en el día del juicio: ¡Señor, Señor!, ¿pues no hemos profetizado en tu nombre y lanzado en tu nombre los demonios y hecho muchos milagros? Entonces yo les protestaré: jamás os he conocido por míos; apartaos de mí, operarios de la maldad”.
No suceda –dice San Pablo- que habiendo predicado a los otros, yo vaya a ser reprobado.



Un apóstol tiene que trabajar para Dios y sólo para Él. Tiene que entregarse a los demás en su nombre y por su llamamiento. No hay nada que se te haya dado que no sea por que el Señor lo haya querido. Hay que vivir acorde a lo que Él nos ha mandado y predicar su Evangelio con la vida que se nos ha propuesto.

Hay que perdernos en nuestro apostolado con el alma puesta en Cristo, saber que Él es el que nos guiará en todo momento y con la confianza de que nos pondrá en manos de los que lo necesiten. Tal vez sea en el silencio o quizá en los alaridos, pero hay que estar dispuestos a acercar a los demás, a todo el que nos rodea a Dios, sin miedo a lo que dirán las personas.

Formándose correctamente y siguiendo la dirección adecuada podremos hacer de apóstol en todo momento, sin miedo a perdernos en lo que Dios no nos dice y tal vez escuchemos de alguien ajeno a Él. Perdámonos en su vida y hagamos lo que nos corresponde a cada uno sin esperanza de que nos lo agradezcan, pues será agradecido en tu final por el más grande.

Alex Arriaga